Ser padres no es sencillo. Todos hemos escuchado esta frase de una u otra forma, y todos hemos llegado a la conclusión de que esto es cierto: no existe un manual para ser padre. Sin embargo, algo que muchas veces olvidamos es que tampoco existe un manual para ser hijo. Nuestra guía entera son personas que, en sus propias palabras, tampoco saben cómo criarnos y que han ido aprendiendo sobre la marcha. Por ello, se cae en el error de replicar actitudes y métodos de aquellos que, a su vez, criaron a los responsables de nuestro crecimiento.
Esto último provoca muchos dilemas y problemas que derivan en malas memorias de la infancia, que terminan repercutiendo en la adultez. De aquí que diferentes películas busquen poner la lupa sobre este problema para ayudar a los padres con la crianza de sus hijos, así como mostrar a los propios hijos las razones detrás del actuar tanto de los padres como del propio. Algunos ejemplos serían la muy reciente “Encanto” de Disney, “Big Fish” de Tim Burton, “Guerra de papás 2”, “Juno”, entre otras.
La más reciente de este tipo de películas es la cinta de Pixar, “Turning Red”, que se estrenó el viernes pasado en Disney+. Dirigida por Domee Shi y escrita por Julie Cho y la propia directora, esta cinta nos narra la historia de Meilin Lee, mejor conocida como “Mei”, una niña china de 13 años que vive en Toronto y que pasa su día cumpliendo con todo lo que su mamá le pide y espera de ella, como ser la mejor de la clase, aprender a hablar diferentes idiomas y saber tocar diferentes instrumentos.
Sin embargo, las exigencias sobre Mei la han llevado a alejarse de sus amigas y, en general, no disfrutar su vida como una niña. Las cosas se complican aún más cuando, gracias a sus antepasados, la pequeña se convierte en un zorro rojo gigante. Con todo esto, Mei deberá aprender a controlar sus emociones para dominar a su bestia interior (literalmente), al tiempo que cumple con su sueño de ir a un concierto de su banda favorita.
Si, la historia suena a que hay muchas cosas ocurriendo al mismo tiempo, lo que puede sonar abrumador. Y lo es, porque ese es el punto de la película. La vida de Mei es demasiado ajetreada y movida para su edad, y esto mismo se traduce a una historia en la que veremos a la pequeña intentando ser una adulta mientras que lidia con la escuela, la relación con sus amigas, los “cambios de la edad” y con las exigencias de una madre que, no tardamos mucho en descubrir, ha sido afectada por las exigencias impuestas por la abuela de Mei.
La historia es un tornado de emociones y sensaciones que, tan rápido como pasa de la risa y la diversión más pura, puede evolucionar en drama o suspenso. El detalle mágico en esta cinta no funciona tanto como algo protagónico, sino como una herramienta metafórica para explicar los cambios de una niña pre-adolescente, y cómo estos van a afectar su vida. Si, la metáfora es muy obvia, pero el hecho de que se muestra en pantalla una referencia directa a la menstruación puede servir tanto a niñas como a padres como una puerta de entrada a un tema que debería ser natural y, lamentablemente, sigue siendo tabú en nuestra sociedad.
Otro de los puntos más fuertes en la historia son sus personajes. En esta ocasión, el reparto está formado casi exclusivamente por niñas, las cuales funcionan dentro de la cinta como lo harían fuera de la misma. Es decir: son realistas. Estas niñas juegan, leen, cantan, bailan y, en general, están formando su identidad de diferentes maneras, pero a la vez formando parte de un grupo unificado de amigas. Mientras veía la película con mi pareja, no podíamos evitar decir: “yo tenía una amiga/o así”, “yo era así en la secundaria”. Incluso, podíamos relacionar al cuarteto protagonista con nuestros grupos de amigos actuales, lo cual nos hizo sentir a la película muy cercana a nosotros.
Un punto muy interesante, y muy cercano a mi realidad, fue la del niño, Tyler. Tyler me pareció un gran ejemplo de cómo las normas de la sociedad obligan a los hombres a actuar de ciertas formas: “no puedes emocionarte por esto”, “no puedes llorar”, “siempre debes ser el más fuerte”. Esto lleva al ya mencionado niño a actuar de una forma muy reprobable durante la cinta, cosa que cambia al llegar el tramo final, donde Tyler descubre su afición compartida con las niñas, lo cual los lleva a formar un vínculo con ellas y ser él mismo.
Una cosa que lamento es que la película se vea tan bien. El apartado artístico, las expresiones faciales, los movimientos fluidos y hasta la misma ambientación me atraparon desde el primer minuto. Ahora, ¿por qué lamento esto? Pues porque Disney prefirió lanzar esta cinta directamente en su plataforma de streaming en lugar de darle una oportunidad en los cines, evitando así que pudiéramos disfrutar de todo el despliegue técnico de esta película como debería ser: en una pantalla grande.
Por último, no puedo dejar de mencionar la banda sonora, la cual hace referencia directa a las “boy bands” de principios de siglo, como Backstreet Boys, NSYNC, entre otras. Pero esto mismo podría aplicarse a cualquier época, como a las populares agrupaciones de K-Pop como BTS, EXO, Seventeen, entre muchas otras. Sin duda me pareció un elemento atemporal que cualquier persona que haya sido aficionada a la música en su época va a disfrutar con mucho gusto.
No creo que haya duda alguna de lo mucho que disfruté “Turning Red”. Es divertida, personal, profunda y muy importante tanto para el público infantil como para la audiencia adulta. Si tienen una oportunidad, no lo duden y disfruten de su maravillosa música, su gran despliegue visual y, sobre todo, de este pequeño viaje al pasado a visitar las memorias de nuestros amigues.