Uno de los aspectos más emblemáticos de cualquier película de James Bond son los diversos autos que llegan a la pantalla grande para acompañar al super espía. En víspera del estreno de No Time To Die, la vigésimo quinta aventura del 007, dedicaremos un espacio para recordar los mejores autos que han hecho acto de presencia en la legendaria saga creada por Ian Flemming. En esta ocasión nos toca hablar del Aston Martin DB10, el auto estelar de Spectre del 2015.
El Aston Martin DB10 es por mucho el auto más exótico que James Bond alguna vez ha conducido, especialmente porque es literalmente único en su tipo. Sólo se fabricaron diez ejemplares del Aston Martin DB10, exclusivamente para la filmación de Spectre. De estos diez autos, ocho terminaron destruidos al concluir el rodaje, y de los dos sobrevivientes solamente uno fue vendido al público por poco menos de 3 millones de dólares en el 2016.
Es realmente una lástima que el resto del mundo no pueda disfrutar del Aston Martin DB10, pues más allá de su irrevocable asociación con el 007, es un auto con una plétora de detalles especiales. Para empezar, es el único auto de James Bond en ser diseñado desde cero; de la misma forma en la que los batimoviles de Batman son diseñados para reflejar la historia y estética de cada película. La intención del director de Spectre, Sam Mendes, era crear un nuevo auto icónico para James Bond que aludiera a una nueva generación de fanáticos, algo así como una encarnación moderna del Aston Martin DB5: un vehículo puro, simple e inmediatamente atractivo.
Debajo de la elegante carrocería de fibra de carbono hecha a mano del DB10 se encuentran la misma plataforma y motor que impulsaban al Aston Martin Vantage V8 de aquella época, lo que se traduce a 430 caballos de fuerza y una velocidad máxima de 193 millas por hora. A pesar de que no es un modelo de producción en masa como versiones anteriores y posteriores de la serie DB, el DB10 demostró con su mezcla entre estilo distinguido y poder brutal ser una digna evolución del Aston Martin DB9 y una excelente plataforma de despegue para el Aston Martin DB11 que lo sustituiría como el modelo insignia de la marca en el 2016.
De hecho, puede decirse que el DB10 fue un vistazo al futuro inmediato de Aston Martin. Mientras que el DB11 se levanta como una versión más musculosa del DB10, el Vantage de nueva generación se siente como la versión definitiva del auto de James Bond. Por último, el Aston Martin V12 Vantage V600, una edición especial para despedir la generación pasada del Vantage, es un eco perfecto del DB10 con una experiencia de conducción análoga muy similar a la de un auto hecho específicamente para grabar secuencias de acción, acabados hechos a mano y una cantidad increíblemente limitada de unidades (14 solamente, 7 coupés y 7 convertibles).
Si la existencia de estos otros autos que sí puedes comprar en tu agencia Aston Martin más cercana (si es que tienes a la mano como mínimo unos 6 millones de pesos) no calma tu frustración por no poder tener un DB10 en tu cochera, quizá la cruda realidad sí lo haga. Aunque en papel el DB10 suena impresionante, la historia es muy distinta en la práctica. La experiencia de manejo es bastante rudimentaria, claramente no una que fue pensada para el mundo real. Si el DB10 muestra enorme deportividad en pantalla es porque el talentoso conductor profesional Mark Higgins está detrás de su volante y tiene a su favor la todopoderosa magia del cine para hacer que las cosas luzcan todavía más alucinantes. Nosotros, en cambio, personas comunes y corrientes, encontraríamos que el DB10 no es algo que nos gustaría manejar todos los días y mucho menos un auto que nos hace sentir como un agente secreto.
¿Acaso eso es algo malo? Absolutamente no. El Aston Martin DB10 no fue diseñado con la intención de que cualquiera pudiera manejarlo u obtenerlo; fue hecho como una herramienta destinada a ser utilizada por un sólo hombre, un hombre que siempre pide su martini mezclado, nunca agitado. Al resto de nosotros sólo nos queda admirar esta obra de arte automovilístico desde lejos, quizá desde la comodidad de una sala de cine.