Dorehedoro pinta un mundo donde la desigualdad es el principal agente de tensión y conflicto. Básicamente sólo hay dos tipos de personas: aquellos con magia y aquellos que no la tienen. Imagina algo así como el racismo muggle de Harry Potter pero elevado a una proporción tan drástica que incluso Voldemort consideraría excesiva. La división social es tangible, pues las personas que no tienen poderes mágicos viven en una parte del mundo conocida como el Hoyo, y no, no nos referimos a la película que fue tema viral en Netflix hace poco.
Los habitantes del Hoyo son utilizados por aquellos con poderes mágicos como ratas de laboratorio, con todo y eso que son sólo estos últimos los que pueden viajar libremente entre ambos mundos. Con esto sobre la mesa, es evidente que hay bastante temática densa en Dorehedoro y en el mensaje que quiere comunicar como historia: ideas como la lucha de clases, el ciclo de violencia y cuáles son las cosas que verdaderamente nos separan como humanos. Sin embargo, en lugar de tomar una ruta cerebral para elaborar sobre estos conceptos, Dorehedoro elige altas dosis de violencia y acción para presentar su moraleja: el que se agarra a chingazos, se deja.
Nuestro protagonista, Kaiman, al ser una persona que ha sido maldecida por un hechicero para tener la cabeza de una lagartija como parte de los crueles experimentos antes mencionados, es la manifestación física de la lucha entre los habitantes del Hoyo y los usuarios de la magia más privilegiados: su condición es literalmente una de sufrimiento constante y su único propósito es buscar venganza, pero al no saber exactamente sobre quién tiene que hacerlo, opta por acabar con todo practicante de las artes místicas que se atraviese en su camino.
Probablemente hay una métafora oculta aquí sobre los movimientos de Wallstreet o del manifiesto comunista, pero es fácil no notarlas cuando hay tanta sangre y frenesí en pantalla. Mezclando estos dos mundos: uno de violencia errática y otro de fantasía, Dorehedoro crea una ambientación muy particular que resultará atractiva por tentar nuestros sentidos más morbosos. La animación juega un rol importante en ello, ya que al emplear técnicas CGI sobre otras más tradicionales se obtiene un look muy extraño pero llamativo a la vez. Definitivamente está mucho mejor cuidado que algo como Berserk o Knight of Cydonia, y eso que estos animes tenían un buen uso de CGI para empezar.
Hasta aquí todo va bien, Dorehedoro demuestra que combinar diferentes ideas en un sólo paquete puede ser algo provechoso…pero luego se torna demasiado ambicioso con este emprendimiento. Si bien no debería de sorprendernos que su naturaleza como una serie violenta de acción y elementos mágicos la lleva también a tentar sobre el territorio del género de terror, lo que sí caerá como un balde de aire fría sobre nuestras cabezas es la manera en la que también decide incorporar elementos de comedia a sus episodios.
No estamos hablando de simples toques humorísticos que sirven para acabar con la tensión de algunas escenas, sino de chistes forzados que se parecen más a una secuencia de Scary Movie que a un respiro en The Conjuring. Esta yuxtaposición de conceptos no necesariamente es mala, pero enfrentaríamos cargos por perjurio si dijéramos que es buena. Los fanáticos del gore encontrarán algo realmente divertido en Dorehedoro, los adeptos de la acción y fantasía también podrán divertirse, pero aquellos ajenos a cualquier de estos géneros que busquen algo digerible será mejor que busquen en otro lugar.