El nombre de “Samurai Champloo” dice mucho. La palabra “Chanpuru” proviene del dialecto Japonés hablado en Okinawa, y significa “mezclar” o “revolver”. Como lo indica su nombre, esta serie es un revoltijo que mezcla acción samurai, drama personal, comedia situacional y anacronismos inesperados. Su secuencia de apertura es “Battlecry”, una canción de hip hop compuesta por el productor japonés Nujabes, quien también provee múltiples piezas para la banda sonora. El primer capítulo muestra la historia en partes, no necesariamente en orden, juntando a nuestros tres protagonistas: Fuu, una joven que trabaja como mesera en una casa de té y que por razones no especificadas decide viajar en busca de un samurai con olor a girasoles; las circunstancias la llevan a arrastrar en su búsqueda a Jin, un ronin muy serio y tradicional, y Mugen, un guerrero vagabundo de Okinawa.
El poco ortodoxo popurrí no termina ahí: cada capítulo es una aventura distinta con un género inesperado, y aunque no está dicho explícitamente, con algún concepto musical o artístico. Hay capítulos sobre simple secuestro y vandalismo, así como hay sagas enteras con samurais hip hoperos, concursos de comida, y graffiti. La búsqueda por el samurai con olor a girasoles lleva al trío a lo largo y ancho del Japón en la era Edo, confrontándolos poco a poco con los problemas del presente como el no tener comida, dinero, o techo; y con los fantasmas que cada uno de los protagonistas carga consigo.
Esto es algo que no debería sorprender, considerando que esta es la segunda producción del director Shinichirou Watanabe, el creador de Cowboy Bebop. En esta ocasión hace una serie que mezcla eventos y personajes históricos con ficción y anacronismos. Es, pues, todo un “chanpuru” o revoltijo que sólo un director como Watanabe podría ejecutar con tanto estilo. Si Cowboy Bebop es jazz, Samurai Champloo es rap y hip hop: callejero, subversivo, en ocasiones violento, pero siempre expresivo. La animación del estudio Manglobe es brillante, fluida y divertida, no sólo en las secuencias de combate sino en los momentos más sencillos y significativos. Su estilización no le impide ser caricaturesca cuando tiene que serlo, o incluso hasta impresionista.
Probablemente también valga la pena compararla con una serie un poco más reciente del mismo director: Space Dandy. Siguiendo con el mismo tema de equiparar anime con géneros musicales, Space Dandy vendría siendo pop frente al jazz y hip hop de sus predecesores. Aunque puede parecer en la superficie que esto no tenga nada que ver con el desenvolvimiento de Samurai Champloo, si ponemos atención a la estructura de Space Dandy podemos notar que toma mucha más inspiración de esta producción que de Cowboy Bebop, a pesar de que comparte muchos elementos de ambientación con esta última. Esto es porque Samurai Champloo es un perfecto punto de partida para las rutas estilisticas experimentales de Watanabe y esto es quizá lo que la hace una serie que vale totalmente la pena de ver incluso para los que no son fanáticos del anime por su variado contenido atmosférico.
Si esto último suena demasiado pretencioso para ti, no te preocupes, también hay buenas razones un poco más aterrizadas para darle una oportunidad a Samurai Champloo. Después de todo, tratamos con una mezcla sumamente entretenida de principio a fin. Con 26 episodios en total, esta serie del 2004 sigue viéndose y sonando simplemente genial. Se ha convertido en todo un clásico que si bien no tuvo el momento histórico de Cowboy Bebop, sigue siendo una obra maestra bajo sus propios méritos.