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HABLEMOS DE AUTOS: BMW i8

Uno no puede evitar verse impresionado la primera vez que tiene un BMW i8 enfrente. Su diseño es una mezcla de curvas y ángulos futuristas que te hacen pensar que el auto salió directamente de una película de ciencia ficción. Las puertas de mariposa se abren hacia arriba, casi como queriendo hacer que el auto se parezca a una nave espacial a punto de despegar. Sin embargo, debajo de todo esa brillante pintura metálica no se encuentra un poderoso motor V8 como quizá su nombre sugiere. De hecho, ni siquiera encontramos un motor de seis cilindros en la clásica vena del Porsche 911 con el que se pretendía competir. No, en lo que a motor y desempeño se refiere, el BMW i8 tiene más en común con un Toyota Prius que con cualquier otro auto. A pesar de ello, este híbrido supo cómo competir con los deportivos tradicionales, como un beisbolista fuera de su liga que con ingenio supo cómo batear un home run

Si no hay un poderoso motor impulsando al BMW i8, ¿cómo es posible que el auto pudiera competir con los Porsche, Audi, Alfa Romeo, McLarens y demás vehículos en su rango de precio? Bueno, para compensar la ausencia de un motor enorme, el BMW i8 opta por tener dos más pequeños: un motor turbocargado de 3 cilindros en la parte de atrás y un motor eléctrico enfrente que juntos generan hasta 369 caballos de fuerza. Este no era un número descomunal en el 2014 cuando el BMW i8 llegó al mercado originalmente y ahora lo es mucho menos, pero es la cantidad justa para encontrar un balance entre nunca ser aburrido y tampoco intimidar tanto al conductor como para que pierda el control. En términos prácticos, el BMW i8 tiene suficiente potencia como para perseguir sin problemas a un Porsche 911 en una pista (en las manos correctas, quizá hasta lo podría rebasar), pero igual de fácil puede manejarse tranquilamente como un Toyota Prius en el tráfico de hora pico. 

Una vez dentro del BMW i8 es que la ilusión futurista del auto se rompe un poco. Aquí no encontramos la enorme pantalla táctil que controla el clima, tracción y demás cosas como lo hacemos en un Tesla o hasta los Nissan más recientes. En lugar de ello tenemos perillas y botones tradicionales que contrastan con el diseño sacado de Star Trek del exterior. Al centro sí hay una pantalla de información y entretenimiento, pero es controlada por un trackpad circular o, si pagaste un precio extra, gestos de movimiento de tu mano (a menos de que quieras verte como un director de orquesta desempleado, no recomendamos esta última alternativa). La palanca de cambios es también muy tradicional en todos los sentidos, similar a la de cualquier otro BMW contemporáneo. 

Sólo el velocímetro, tacómetro y marcadores de niveles de aceite, temperatura y gasolina tienen un toque futurista, pues en lugar de ser analógicos se representan en formato digital detrás del volante. Si cuando estás a bordo del BMW i8 quieres fingir totalmente que estás en el futuro, sugerimos mantener la vista sólo hacia el frente y pedirle a tu copiloto encargarse de ajustar el aire acondicionado o escoger la estación de radio con los controles que se siente pertenecen más a 1990 que a 2020.

Afortunadamente, sólo tú tienes que saber que tu BMW i8 tiene un lado primitivo, pues mientras andas en la calle o te sientas en tu café favorito a disfrutar de una Perrier con limón (porque si vas a comprar un BMW tienes que acostumbrarte a ser pretencioso), la llave que dejas en la mesa parece más un mini-smartphone que cualquier otra cosa. Esta llave con pantalla táctil, además de ofrecer todas las funciones obligatorias de una llave convencional, presenta información en tiempo real sobre el auto, que va desde el rango actual de su motor eléctrico hasta la fecha del próximo servicio de agencia. 

La suma de todo lo anteriormente expuesto hace que el BMW i8 sea en teoría un auto muy divertido y práctico al mismo tiempo, pero, ¿qué tan fácil es de manejar todos los días en realidad? Personalmente no puedo imaginarme a mí mismo entrando y saliendo del BMW i8 a diario, pues sus puertas pueden hacer la labor algo incómodo. 

Sin embargo, sus dos asientos traseros ofrecen practicidad extra, pues aunque ningún adulto de proporciones normales cabría en ellos, sí presentan el suficiente espacio para un par de maletas extra que quizá no caben en la cajuela de enfrente. Supongo que también unos niños podrían caber ahí atrás, claro que tendrían que ser bastante delgados para hacerlo, pero eso no sería un problema, pues alguien con un BMW i8 probablemente tiene una esposa delgada.

Con eso en mente podemos pasar al precio del BMW i8, el detalle que separa a este de prácticamente todos los demás híbridos del mercado. Si quieres tener este auto en tu garage, vas a tener que partir con 2,920,000 pesos. En dado caso que quieras la versión convertible, te tocará despedirte de 3,270,000 pesos y también de esos asientos traseros. Suena como mucho dinero para un híbrido, especialmente cuando por la misma cantidad puedes llevarte a casa un Porsche 911 o un Audi R8, autos con mucho más poder bajo el cofre. No obstante, carecen de ese encanto único que el BMW i8 tiene.

Por encanto no sólo hablo de su estética, sino de la lógica detrás de su futurista carrocería. Cada ángulo, curva y corte en el auto fue incorporado con propósitos aerodinámicos, resultando en una forma dictada más que nada por la función. Esos dos motores trabajando debajo de todo, además, son todo un logro de ingeniería. A pesar de su pequeño tamaño, los motores se las ingenian para ir codo a codo con otros mucho más grandes, y el torque eléctrico hace que el BMW i8 pueda tomar vueltas de una forma tan sutil que hasta te sentirás como un mejor conductor de lo que realmente eres. Poniéndolo en perspectiva, otros autos con logros técnicos similares son el McLaren P1, Porsche 918 y Ferrari LaFerrari, pero estos son vehículos cuyos precios no bajan de los 30 millones de pesos. Comparado con ellos, el costo de 3 millones del BMW i8 parece la ganga del siglo. 

Quizá aquí es donde encuentro lo mejor del BMW i8: demuestra que un híbrido no tiene que ser aburrido, por el contrario, puede ser un auto que capaz de emocionarte y que hasta encuentra la manera de competir con peces mucho más grandes. Este año marcará el final del modelo, pues aparentemente el espíritu innovador del BMW i8 no fue suficiente como para convencer a los compradores de optar por esta ruta poco convencional en lugar de los ya conocidos senderos de Audi, Mercedes-Benz y Porsche.

Es una lástima, pues el fracaso en ventas del BMW i8 se debe más que nada a que fue una obra de arte adelantada a su tiempo, tal como Blade Runner o Cindy La Regia. Lo bueno es que esto significa que en algunos años, gracias al poder de la depreciación, quizá podamos costearnos un BMW i8 sin tener que vender esos órganos de los cuáles Dios nos dió dos por si acaso. No tengo duda en mi mente que, incluso si le toma 10 o hasta 20 años al auto llegar a un precio razonable, después de todo ese tiempo se seguirá viendo y sintiendo como una máquina recién llegada del futuro.

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