Hace un par de años, cuando recién fue lanzada “Midsommar”, un grupo de mis amigos mencionaron que esta película no era una cinta de terror, sino que simplemente era de suspenso. ¿Su argumento? Que la película no tenía monstruos y que, por ende, no podía ser de terror. El argumento suena ridículo dicho al aire, pero hasta cierto punto está basado en una creencia muy común: que el terror únicamente puede venir de lo sobrenatural.
¿A qué se debe esto? Podemos mencionar muchos factores, pero el principal podría ser el hecho de que asociamos el género de terror con el miedo, cosa que no está errada, pero limitar el terror al miedo es un grave error. El terror, visto como un género, tiene como objetivo producir sensaciones negativas en los espectadores, sin limitarse estas al “miedo” (que a su vez es un instinto primario que nos indica un peligro real o supuesto).
Estos podrían parecer demasiados párrafos sólo para defender que “Midsommar” SI es una película de terror (una muy buena, por cierto), pero voy más allá. El terror en el cine se ha transformado con el pasar de los años, y lo que antes era un género dominado por malos disfraces de monstruos se ha convertido en un hogar para que diversos autores plasman sus preocupaciones y dudas existenciales, logrando que estas lleguen a otro sentimiento humano para funcionar de manera óptima.
La empatía es, en este caso, nuestra peor y mejor arma a la vez. Aquí, de nuevo, entra la obra de Ari Aster, que es en esencia una película de terror en la que las muertes sirven a un ritualismo con el que podemos familiarizarnos al no estar tan alejado de diferentes casos reales de los que se tiene registro, produciendo una sensación de incomodidad extrema al ver algo que, en apariencia, es tan inocente. Por otro lado, está la empatía femenina, que tiene en el final de “Midsommar” una catarsis muy placentera al ver la evolución de nuestra querida “final girl”.
Por lo tanto, habiendo visto que se puede ser una buena película de terror sin la necesidad de tener criaturas sobrenaturales, saltamos a la siguiente cuestión: el terror en películas que, en teoría, no pertenecen a este género. Aquí podemos irnos a lo simple, porque muchas películas de cine negro que tratan sobre asesinos en serie nos pueden producir una sensación de incomodidad o miedo extremo al sentirnos amenazados por un ente real, pero creo que se puede explorar este miedo en películas que, a simple vista, no producen terror.
“Annette” es una película dirigida por el genio del surrealismo Leo Carax, lanzada en el 2021 y protagonizada por Adam Driver y Marion Cotillard. Para definir esta cinta en pocas palabras, yo la describo como “una mezcla entre «La La Land» y «A Marriage Story», pero en ácido”. En esta supuesta de romance, seguiremos a un Padre cayendo hasta lo más bajo de un abismo metafórico, poniendo en riesgo a su esposa, a un amigo y a Annette, su hija, que resulta ser la parte más surreal de esta película llena de alucinaciones, momentos dramáticos, y un terror muy arraigado en nosotros: la paternidad.
Habiendo mencionado 2 ejemplos más o menos recientes, saltamos a Francia, maestros en producir terror sin la necesidad de un monstruo literal, explorando los mayores temores de la humanidad y produciendo películas que son incómodas de ver y de analisar tanto por lo que muestran cómo por lo que nos cuentan. Aunque ya he hablado aquí del magistral trabajo de Julia Ducournau, en esta ocasión hablaré de una película muy popular cuyo mensaje se ha perdido en sus formas.
“Martyrs” es una película francesa, perteneciente al llamado movimiento de “extremismo francés”, dirigida y escrita por Pascal Laugier y protagonizada por Morjana Alaoui y Mylene Jampanoï. En esta cinta se explora el temor religioso en toda la extensión de la palabra, intentando encontrar un sentido a la existencia de Dios mediante la llegada a un plano que sobrepasa la vida misma. Todo esto adornado con una cruel y visceral, a la vez que elegante, puesta en escena que nos descubre lo peor del ser humano y lo que estamos dispuestos a hacer por descubrir que nuestra fé no está puesta en muñecos de paja.
Estos 3 trabajos son, a mi parecer, muestras de la capacidad que tiene el terror para explorar temas escabrosos e interesantes para la mente humana. Estas películas no son aptas para todo el público, y quizá no todos le encuentren el gusto, pero no cabe duda de que nos dejan una importante lección: los monstruos no siempre están debajo de la cama, a veces están sobre ella, y lucen idénticos a nosotros.