Tras el anuncio de la muerte del director Jorge Fons, me di cuenta de que una sencilla nota anunciando su muerte sería muy poco para rendirle homenaje a quien yo considero uno de los directores más importantes de México, y sería una falta de respeto para una de mis películas mexicanas favoritas. Por ello, en honor a él, les traigo una pequeña crónica de su trabajo más importante. Espero, que lo disfruten.
En 1968, México viviría 2 grandes eventos que cambiarían el curso de su historia para siempre. Uno de ellos fue que, por primera vez, el país sería la sede de los Juegos Olímpicos, en un contexto donde el país estaba viviendo una revolución en cuestiones políticas y de infraestructura, construyendo lo que marcaría para siempre el México de hoy. El segundo evento, fue la masacre de Tlatelolco.
En un mitin organizado por el consejo estudiantil, y el cual reuniría tanto a estudiantes como a maestros, periodistas, servidores públicos y civiles, en la plaza de Tlatelolco, el gobierno mexicano cometió uno de los mayores crímenes de lesa humanidad del país con el llamado Batallón Olimpia como poder ejecutor. Pese a ser un evento de gran magnitud, los medios del país callaron durante mucho tiempo sobre la tragedia, y pocos fueron los que se atrevieron a plasmar lo sucedido. Uno de aquellos valientes no sólo plasmó la tragedia en forma de una película que oscila entre el documental y el cine de terror, sino que revolucionaría el cine mexicano para siempre. Estamos hablando de Jorge Fons, fallecido el día de ayer con 83 años de edad, y de quizá su cinta más emblemática: «Rojo Amanecer.»
Mucho se puede decir sobre la vida de este director. Nacido en Tuxpan, Veracruz, el director fue parte de la primera generación de egresados del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM. En el año 1966 trabajaría en diseño de producción de la cinta «Caifanes», considerada hasta el día de hoy como uno de los pilares de la «segunda época del cine de oro» en México gracias a la forma en la que se retrata la vida nocturna de la clase obrera en la capital del país.
En 1968, ocurriría la masacre con la que se inicia este texto, y la cual marcaría para siempre a Fons, un declarado defensor de los derechos humanos y los derechos de los estudiantes en el país. Debido a la censura que existía en aquel entonces en todo lo relativo al dichoso 2 de octubre, ningún director se atrevió a dirigir nada relacionado con la masacre, y quienes lo hicieran verían sus productos «enlatados», una forma burocrática de decir «censurados» o simplemente prohibidos.
En 1985, el guionista Xavier Robles, estudiante de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla cuando sucedió la tragedia del ’68, decidió reivindicar a sus compañeros estudiantes con un guión que plasmaba de manera cronológica los eventos del 2 de octubre a través de la vida de una familia del complejo de departamentos «Chihuahua». Terminada la escritura en 1988, el escritor mandó el trabajo al entonces ya reconocido director Jorge Fons, quien decidió dirigir la película.
Durante la investigación de pre-producción, encontraron que los archivos relativos a la masacre estaban alterados, censurados o simplemente «rotos», por lo que decidieron acudir directamente al testimonio de los sobrevivientes para tener información completa y fehaciente con respecto a lo ocurrido dicho día. De hecho, la actriz María Rojo, que actúa en la cinta, fue una sobreviviente de la masacre, ya que, en sus palabras, un soldado la arrastró hasta un costado del edificio «Chihuahua».
Para su rodaje, el equipo tuvo que tomar medidas de los departamentos aledaños a la plaza para reconstruir uno en un foro al sur de la Ciudad de México, ya que la grabación se realizó casi en total secreto, por miedo a las represalias que el equipo podría sufrir si las autoridades llegaran a enterarse, siendo, en el mejor de los casos, encarcelados. Por fortuna, 2 de los actores de la cinta, Damián y Bruno Bichir, vivieron en Tlatelolco cerca de la época de la masacre, por lo que pudieron dar consejos y su punto de vista para recrear a la perfección el departamento donde transcurren todos los eventos.
Para las tomas fuera de casa, el equipo grabó, de manera clandestina, en los pasillos y escaleras del edificio «Chihuahua», lo que llegó a ocasionar sospechas y roces con la policía, quienes ya sospechaban de que se estaba trabajando en algo relativo al 2 de octubre. Aunque esta grabación tendría repercusiones en la calidad de la película, como la mezcla de audio que incluso los actores criticaron, lo que consiguieron fue grabar de una forma respetuosa y realista los eventos ocurridos el 2 de octubre con una cinta que pasaría a formar parte del consciente colectivo y una masterclass de cómo hacer una película maravillosa con muy poco presupuesto.
Tras terminar el rodaje, la cinta tuvo un proceso de revelado y edición en Churubusco de manera completamente secreta. Tras terminarse, se envió a la comisión de Radio, Televisión y Cinematografía mexicana, donde estuvo «enlatada» durante 6 meses, en los cuales el gobierno tuvo la idea de no publicarla ya que «dañaba la imagen del ejército mexicano».
En 1989, el presidente Carlos Salinas dió luz verde para la proyección pública de la película, no sin antes pedir que se cortaran 3 partes donde se hacía referencia a los asesinatos y desapariciones cometidos contra los estudiantes y una última escena en la que se veía a militares barriendo y limpiando la sangre de la plaza tras la masacre. Se dice que Salinas «desenlató» la película para evitar sumar un problema político más a los que ya enfrentaba en aquel entonces.
Así fue la producción de una de las películas más importantes del cine mexicano. Una muestra de cómo el cine independiente siempre ha sido una herramienta para contar historias que los grandes estudios nunca se atreverían a contar por miedo a las repercusiones. Una película que consiguió plasmar el miedo que sentía la sociedad mexicana gracias al talento de un director que, hasta el día de hoy, luchó por la libre expresión en el cine mexicano.
Hablar de un autor no es hablar sobre su vida, sino sobre su legado. Jorge Fons fue un director que decidió apoyar a la verdad a través del cine. Su capacidad para dirigir escenas tensas y macabras, basadas por completo en la realidad, lo convirtieron en el cineasta que México necesitaba. Que en paz descanse el revolucionario del cine mexicano.