Actualmente nos encontramos en una situación extraña en el mundo. Aunque los peores meses de la pandemia ya pasaron, el sentimiento general de la población tras 2 años de aislamiento involuntario es el mismo: tristeza y melancolía. La gente no se siente preparada para volver a su rutina habitual, que de hecho dejó de ser habitual hace un año, y están enfrentándose a la realidad de que el mundo seguirá adelante, con o sin el apoyo de aquellos quienes dicen velar por nuestra seguridad.
Esta tristeza se extiende por todo el mundo, y aunque diferentes artistas han tratado de plasmarla a través de su obra, pocas me parecen tan certeras y desoladoras como la visión que Rob Jabazz hace en «The Sadness», cinta de terror de origen taiwanés que está protagonizada por Regina Lei y Berant Zhu, que nos brindan actuaciones maravillosas en este apocalipsis sin límites.
Pero, antes de iniciar con esta reseña, cabe destacar que «The Sadness» no es para todo el mundo. De hecho, los más pequeños del hogar tienen tajantemente prohibido ver esta cinta, ya que en ella se muestran (algunas más explícitas que otras) actividades o actitudes que sólo podemos marcar como perversas.
En esta historia, conoceremos a Jim y Kat, una pareja taiwanesa que se despierta para seguir su vida en un Taiwán que, según los medios de comunicación, ya ha superado la peor etapa de la pandemia por el virus llamado «Alvin», a pesar de que los expertos de la medicina advierten de que dicho virus podría mutar. Todo parece ir bien en la vida de nuestros protagonistas, hasta que la dichosa mutación explota y las personas se convierten en salvajes cuyo único objetivo es saciar sus deseos sexuales y torturar a cualquier ser viviente que se les atraviese.
Jim y Kat tendrán que sobrevivir mientras son perseguidos por hordas de personas sin fuerza de voluntad para soportar los aterradores deseos que inundan sus mentes, mientras que ellos mismos deben luchar para no sucumbir ante la perspectiva de una nueva vida como bestias sin cerebro.
Guardando ciertas similitudes con la ya clásica «28 Días Después», la película funciona como una crítica al actuar del gobierno durante la pandemia. Pero no se queda en un simple «gobierno malo», sino que la cinta da un guantazo directo a la cara del segundo grupo que, durante la pandemia, se encargó de actuar como jueces a raz de calle para juzgar a todos sus compañeros de cautiverio: las personas comunes y corrientes.
Primero que nada, la película se encarga de dejarnos muy en claro que no todos los infectados son enteramente buenos ni completamente malos. Son, como nosotros, personas con deseos y motivaciones que no buscan otra cosa más que sobrevivir a como dé lugar en una situación límite a la que nunca se habían enfrentado. Si esto les suena similar, es porque es un golpe directo a todos aquellos que demonizan a las personas contagiadas durante la pandemia del COVID, deshumanizándolos y convirtiéndolos en un grupo de enemigos en lugar de generar empatía hacia ellos.
Pero ojo, que no toda la crítica es hacia la población regular. Como ya comenté al inicio, la película no duda nada en criticar a 2 sectores muy importantes durante la pandemia: a los gobiernos y, sorpresivamente, a los mismos doctores que nos deberían cuidar. En el clímax de la cinta, tras haber visto a cientos de personas matar a sangre fría a hombres, mujeres y niños por igual, el presidente de Taiwán al fin emite un comunicado, donde, con la sangre más fría vista en la cinta (irónicamente), dice que no pasa nada, que todo está bien y que todo irá cuesta arriba. Como siempre, el presidente no observa todo el panorama hasta que este le explota en la cara, literalmente. Si les suena similar, quizá sus gobiernos locales o federales hayan actuado de la misma manera durante el 2020.
Hablar de los médicos no es nada sencillo. Durante la pandemia, la labor de los doctores se ha elevado hasta convertirlos en personas intocables e intachables que no pueden ser objetos de crítica por parte de la sociedad. Y si, no podemos negar su importante labor, pero si algo nos han enseñado las redes sociales es que nada es blanco o negro. Existen muchos médicos que, pese a buscar el bien común, no tienen un sentido de la empatía muy grande, generando animosidad hacia sus pacientes. En la cinta, la apatía de la población frente a la pandemia no se debe únicamente por ignorancia, sino por un hartazgo general hacia las instituciones y todos quienes las componen.
Un elemento muy importante en la película es la violencia. Cuando solemos hablar de películas gore/impactantes, la violencia se menciona como anecdótico, algo para asustar a las personas y generar rechazo y asco. Sin embargo, cuando está bien implementada, la violencia puede funcionar como un elemento para la historia, así como una herramienta que sirve al director de manera estética.
Cuando digo que «The Sadness» no es una película para todo el mundo, no lo digo a la ligera. Ciertas situaciones, escenas y momentos pueden dejar en shock, o incluso asquear, a muchas personas. Como alguien a quien esto no le afecta demasiado, puedo decir que el gore mostrado en la cinta es muy detallado, con un trabajo de maquillaje y prostéticos tan bien logrados que no te permitirá alejar la vista de la pantalla. Sin embargo, la violencia también funciona como una expresión del hartazgo de los protagonistas: cuando estos ya se encuentran en su límite, a punto de sucumbir ante el virus, es cuando nos brindan algunos de los momentos más impactantes. La naturaleza humana aquí funciona a favor del instinto primario: sobrevivir.
Me gustaría sacarle algún «pero» a esta película, más estaría mintiendo. «The Sadness» es una de las cintas de terror que más me han gustado, e impactado, en los últimos años. Su puesta en escena, su historia y su desesperanzador mensaje son cosas que se van a quedar conmigo durante mucho tiempo. Tal vez muchos no la verán debido a la violencia extrema que se muestra, y no los culpo.
Pero, quienes se armen del suficiente valor, sólo les diré que están por ver una de las experiencias más poéticas y sangrientas que han visto en ninguna película en sus vidas.