Crear arte con pixeles puede sentirse anticuado, pero cuando se hace bien puede impresionar los ojos más exigentes, eso nos lo enseña Narita boy, un juego indie tan bello como divertido donde la cultura retro y la ciencia ficción se juntan para traernos una divertida aventura cibernética llena de acción y estilo ochentero.
Así es, como indica la tendencia, volvemos a los 80’s en esta aventura retro futurista. Conocemos al Creador, un genio de su tiempo que ha fabricado una consola llamada Narita One y su juego más importante: Narita Boy. Al salir y empezar a vender, al juego le va muy bien, las copias del cartucho vuelan de las estanterías. Narita Boy se convierte en el videojuego más vendido en unas pocas semanas, pero su logro no es por su narrativa u otro apartado, sino porque en este mundo, este juego puede transportar a los jugadores en un viaje sin igual mientras blanden la Techno-sword, toda una fantasía de poder. Esto podría parecer como la mejor experiencia VR que hayamos visto, sin embargo, no todo está libre de corrupción en Narita Boy. Dentro de sus líneas de código binario, el reino digital conecta con la realidad.
“ÉL”, el villano de esta historia, ha vuelto y ha borrado los recuerdos del creador, activando el protocolo Narita Boy… así da comienzo nuestra aventura. Quizá la historia no termine por ser revolucionaria, pero sin duda tiene los suficiente para mantenernos interesados por ver qué es lo que resuelve esta aventura llena de píxeles y cosas cool de los 80’s.
Además de lo narrativo, Narita Boy es una oda a lo retro, desde su gran jugabilidad impulsada con buenas mecánicas y varios power ups que dan variedad, hasta un apartado visual que sorprende y divierte. Nuestro pixelado héroe es un maestro con el uso de su poderosa espada y esta consigue mejorarse a través del uso de varios ítems, además de que las batallas nos retan lo suficiente para exigirnos, sin embargo suponemos que pudo mejorarse mucho la variedad en este apartado, ya que si lo comparamos con otros juego del género palidece en cuanto a qué tan fluida puede sentirse su jugabilidad y las posibilidades que nos dan para movernos rápido y con estilo.
Sin embargo, no es difícil ver que toda la cosa se recarga en su ambientación, la cual nos sumerge en una experiencia rápida pero muy satisfactoria. No solo se trata de un pixelart bien hecho que queda bien con su temática, sino que dentro de su mundo, con luces, sobras, destellos y música, se consigue crear una atmósfera retrofuturista que se imita mucho en la escena indie pero que poco juego consiguen entregar con buen gusto y personalidad. A pesar de que visualmente el concepto no sea original, Narita Boy consigue llamar la atención sobre el montón, logrando que con solo lo visual y atmosférico, se subsane cualquier otro detalle que no llegue a la altura de su prestigioso apartado estético.
Narita Boy quizá no sea el mejor indie del año si repasamos todos sus apartados de forma integral, pero al menos en cuanto a lo visual sí que estamos con uno de los juegos más interesantes del año. No solo de lo visual y atmosférico viven los buenos juegos pero Narita Boy quizá podría considerarse una excepción a la regla.